Ayer viví en el Gran Premio de Cáceres cross en
estado puro, como hacía tiempo que no lo hacía. Frio, viento, lluvía, cuestas,
etc y todo ello en un precioso paisaje de la dehesa extremeña.
Desde que volví a correr después de ser madre,
abandonar no entra en mis planes. Aunque las circunstancias no sean favorables
y no me encuentre bien, mi objetivo es, por lo menos, acabar.
El cross nunca ha sido mi especialidad, he tenido
mejores y peores resultados. Normalmente los buenos resultados los he conseguido
en crosses en los que “se podía correr” es decir, en los que a pesar de
disputarse por tierra, era un terreno duro y sin muchos desniveles. Ayer el
circuito era todo lo contrario, no sé si había un tramo llano, y sí mucho
barro.
foto de Lupe Rangel |
De camino al circuito en coche, llovía
incesantemente y yo me preguntaba "¿qué necesidad tengo de correr un cross
así?. Llevo un par de semanas sin mucha continuidad en los entrenamientos, me
va a tocar sufrir".
Asumiendo que no iba a ser una gran actuación,
decidí correr y disfrutar de un auténtico cross y ¡vaya si lo hice!. Fue un
auténtico placer subir y bajar por las laderas de la dehesa, correr por el
barro, meter los pies en los charcos, y saltar los riachuelos que se formaron
por la lluvia.
Foto de Lupe Rangel |
Desde aquí, felicitar a la organización,
voluntarios y jueces que aguantaron la lluvia durante toda la mañana. Si a los
atletas nos parece épico correr en esas circunstancias, no me quiero imaginar
cómo terminaron los voluntarios y jueces que había por el circuito paraguas en
mano sin moverse de un punto carrera tras carrera. A veces nos centramos sólo
en las actuaciones de los atletas y no nos damos cuenta de todo el trabajo que
hay detrás.
Así terminé después de correr |
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